En nuestras salidas familiares al campo, se destapa el tarro de las esencias, una maravillosa sensación y magnífico olor que nos encantaría llevarnos a casa.
Para que nuestros hijos puedan aprender el gran valor de la naturaleza, amarla, cuidarla y respetarla, es necesario que se acerquen a ella, que la sientan, que la experimenten, que la disfruten, que la huelan.
La conclusión de un ciclo escolar, es un excelente momento para plantar un árbol, y despertar la conciencia social para el respeto y el cuidado de la naturaleza, devolver a la naturaleza algo de lo mucho que nos da.
Plantar un árbol con los niños, no es sólo un símbolo, es realmente una gran empresa: una semilla, un árbol, una flor, un fruto, una gran sombra, aire puro y limpio, la belleza inigualable del paisaje.
¡Dejémosles hacer!… un agujerito en la tierra…poner un tierno brote… manipular la tierra… regar con agua y contemplar cómo crecen los árboles que una vez fueron plantados por ellos. Este fué un pequeño proyecto que les llenó de ilusión y les enseñó el valor del respeto a la naturaleza.
¡ Gracias a los alumnos de sexto grado, por dejar huella en nuestras áreas verdes!
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